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martes, 4 de junio de 2013

...... Según la especie de plano que me dieron el día anterior, debía subir la escalera del ala norte del colegio para poder encontrar mi habitación, mis zapatos chillaban contra el piso, se notaba el entusiasmo, por decirlo de algún modo. El pasillo se hacía largo, 201, 202, 203, 204... ¡BINGO! 205, revolví los bolsillos de mis jeans negros favoritos hasta que encontré la llave, la introduje y entró con suavidad, tan fácil que parecía como si me estuviera esperando. Un acogedor cuarto se encontraba tras la puerta, todo era blanco, excepto la cubierta de la cama, esa era de un rosa pálido muy hermoso. El exceso de frio era evidente, algo extraño en un día soleado, casi al instante me quedé paralizada frente a la enorme ventana a cuadros por la que entraban los pocos rayos de luz que aún quedaban del día. Me quedé como hipnotizada, aquella vista era espectacular. La cama parecía cómoda, poco a poco me senté sobre ella, hasta quedar totalmente acostada, traté de cerrar los ojos y relajarme, pero el sonido que producía el reloj cromado, y a mi parecer antiguo, no me permitía hacerlo, las seis y un cuarto, según mi horario debía estar lista a las siete en punto, estricta puntualidad. Un poco fastidiada empecé a contar los azulejos grisáceos del piso. El eco de alguien que llamaba a mi puerta me sacó de esa especie de trance.

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